Ya te he comentado en otras
ocasiones que las emociones, tanto las primarias (miedo, asco, tristeza, alegría, enfado y sorpresa) como las secundarias (vergüenza, culpa, celos, envidia, placer, orgullo…) siempre cumplen una función.
Tanto las que consideramos positivas
como las negativas, todas ellas existen por un motivo. De entre ellas hoy me
voy a parar en el miedo. El miedo cumple una función muy concreta: proteger
nuestra supervivencia. De modo
que cuando percibo una amenaza, esa señal va directa del tálamo a la amígdala y de ahí al hipotálamo quién envía señales al resto de mi cuerpo para poner a este en
modo supervivencia. Por lo tanto, el miedo nos pone alerta ante posibles situaciones que representen un peligro para nosotros y nos ayuda a actuar en consecuencia. Ahora
bien, el miedo racional nos ayuda (aquel que se despierta ante una amenaza
real) pero el miedo irracional nos puede perjudicar hasta amargarnos la
existencia. Y he aquí cuando aparecen los trastornos de ansiedad y el TOC (por
si no lo sabías el TOC hace tiempo que dejó de estar catalogado en el DSM-5 como
un trastorno de ansiedad)
Esta semana, en mitad de una
sesión de Skype con un paciente con TOC, él me dijo que se consideraba a sí
mismo un cobarde porque no lograba superar su trastorno y que sin embargo su
miedo al COVID sí lo había vencido con el paso de los meses. Me detuve porque
consideré importante aclarar ciertos puntos de su comentario y explicarle lo
injusta que era esa comparativa. Empecé por preguntarle si su miedo en marzo (cuando
los hospitales estaban saturados, había mucho desconocimiento sobre el tema y
estábamos todos confinados) era el mismo que ahora en octubre. Me
dijo que no. Y entonces le pregunté la razón y él me dijo que ahora había espacio en los hospitales y que todos conocíamos mucho
mejor el tema y cómo actuar. «Por lo
tanto, la situación es distinta, menos amenazante, y tu miedo ha disminuido en proporción a la situación. No ha desaparecido porque el virus nos sigue rondando pero sí ha disminuido notablemente desde marzo» le respondí.
El miedo al COVID en el caso de
este paciente era un miedo racional: aumenta o disminuye acorde al grado de
amenaza de las circunstancias o contexto en el que la persona se encuentra. Es un miedo natural,
funcional y útil.
Entonces me fui a su área TOC («Y si hay mercurio en X objeto, lo
toco/ingiero y me pasa algo a mí o mi familia») y le recordé cuantísimas veces habría él
comprobado en los mismos objetos si había mercurio y cuantísimas veces, día
tras día, la respuesta era la misma: no hay. Es decir, las circunstancias, su
contexto, le devuelven una y otra vez la misma información: no hay amenaza.
Entonces le pregunté si el miedo había disminuido tras comprobar que la
situación no era amenazante. Su respuesta fue obvia: no. «Exacto, porque el miedo
en el TOC es un miedo irracional que no responde al contexto, mientras
que tu miedo al COVID es racional. Por eso tú y yo tratamos un TOC de
contaminación de mercurio y no un TOC de contagio por COVID. Por lo tanto compararlos
y castigarte por no tener los mismos
resultados es injusto para ti y una pérdida de tiempo» le respondí.
El miedo en el caso de TOC por contaminación es irracional y por
lo tanto disfuncional.
Aproveché y vinculé esta pequeña
explicación sobre su comentario al tratamiento basado en la terapia inferencial
que estamos llevando a cabo juntos. Te recuerdo
brevemente: la terapia inferencial viene
a decir que las dudas obsesivas del TOC siempre van a surgir en contextos
inapropiados, es decir, que no están justificadas en el aquí y ahora del paciente. El contexto que percibo a través de mis
sentidos no justifica que yo me
plantee la duda obsesiva.
Ejemplo: Me voy a sentar a la
mesa con mi familia, veo como mi mujer me pone agua en el vaso y me viene a la
cabeza «Y si hay mercurio en el agua de la botella» (compulsión: no
beber y no dejar beber a los demás);
Ejemplo: estoy
jugando con mi hijo al fútbol y me viene «Y si en la pelota hay restos de mercurio» (compulsión: dejar
de jugar, tirar la pelota a la basura y
lavado de manos intenso de ambos, padre e hijo)
En el TOC la persona está haciendo más caso a su imaginación que a lo que le dicen sus
sentidos (a los hechos percibidos), prioriza lo que podría pasar/ser/haber a lo que PASA/ES/HAY. Por lo tanto, por mucho que las circunstancias no
justifiquen la obsesión, la persona no disminuirá su miedo porque este no nace
del contexto (de fuera) sino que nace y se alimenta de la imaginación del
paciente. Por eso, el miedo en el TOC, además de ser irracional, sería de
una naturaleza distinta y requiere un trato distinto a otros miedos.
Como te podrás imaginar, los pacientes
saben de entrada que el miedo en TOC es
irracional pero a veces se despistan y hacen
este tipo de comparativas que solo acaban por desmotivarles y hundirles. Así
que más de una vez viene bien pararse un rato y dedicar un tiempo a recordar la
naturaleza del miedo en el TOC. Y como le dije a este paciente (y he tenido que
recordar a otros muchos en ocasiones anteriores): tener dificultad para superar
un trastorno no tiene nada que ver con la cobardía, el hecho de intentarlo ya dice mucho del coraje de la persona. A ver si por fin nos
mentalizamos todos de que los trastornos mentales no son una elección. Al igual
que nadie elige pasar por un cáncer, nadie elige desarrollar un problema mental. Y al igual que el primero no debería castigarse a sí mismo por no poder hacer desaparecer su enfermedad, tampoco debería hacerlo el segundo.
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